LOS
DETECTIVES SALVAJES
Samuel Pérez García
Escrita
por Roberto Bolaño, uno de los infrarrealistas, movimiento literario en la
década de los años setenta del siglo XX, Los
detectives salvajes, es una novela con un doble propósito: por un lado, es la
denuncia y el cuestionamiento de aquel contexto cultural de los años setenta en
México, donde esa corriente literaria llamada infrarealismo surgió como una
respuesta crítica a la cultura literaria oficial. Pero también, por otra parte,
es mostrar la persistencia de principios en la literatura, manteniendo por
encima de todo, la congruencia con la visión estética que los cobijó y los hizo
rabiosamente contestatarios del statu quo, según se puede leer en aquel
histórico manifiesto escrito por Bolaño en 1976:
“En poesía y en lo que sea, la entrada
en materia tiene que ser ya la
entrada en aventura. Crear las herramientas para la subversión cotidiana.
Las estaciones subjetivas del ser humano, con sus bellos árboles gigantescos y
obscenos, como laboratorios de experimentación. Fijar, entrever situaciones
paralelas y tan desgarradoras como un gran arañazo en el pecho, en el rostro.
Analogía sin fin de los gestos. Son tantos que cuando aparecen los nuevos ni
nos damos cuenta, aunque los estamos haciendo / mirando frente a un espejo.
Noches de tormenta. La percepción se abre mediante una ética-estética llevada
hasta lo último”.
La palabra clave es aventura, porque la
vida es eso: una aventura donde no sabes cuál es día ni el lugar donde
desaparezcas para siempre. Y Arturo Belano, en busca de la muerte, desaparece
dos veces en la novela y una en la vida real a unos cuantos años de haberse
publicado la misma: una, en los desiertos de Sonora, a donde había ido él y
Ulises Lima, Juan García Madero y la prostituta Lupe, en busca de los restos
físicos y de la obra completa de Cesárea Tinajero, supuesta cabeza del
movimiento realvisceralista, que había
existido por allá de los años veinte en el Distrito Federal, pero que
luego había regresado a su pueblo natal,
en Sonora. La segunda, cuando –como
reportero de un periódico madrileño anda en África escribiendo sobre la
guerra civil de Liberia. En ese país, Belano se encuentra con un fotógrafo, Emilio
López Lobo, quien también anda queriendo olvidar su pasado familiar borrascoso,
y ambos se internan en el corazón del conflicto, para no saberse más de ambos.
La tercera, cuando en 1998, muere en un hospital de Barcelona.
La novela está dividida en tres partes.
En la primera, el poeta Juan García Madero mediante un diario comienza contando
cómo se inició en la pandilla realvisceralista, a la cual fue invitado por
Arturo Belano y Ulises Lima, así como las peripecias que vivió junto a ese
grupo de poetas, no sólo en el plano de la escritura poética, sino en el
existencial. Así, mediante el diario va dejando constancia de las fobias y
filias de todos y cada uno de los integrantes de ese grupo literario, en la que
conviven distintos niveles sociales, culturales y sexuales aferrados a un
proyecto: escribir poesía a partir de este principio:
“Caminar
de espaldas, mirando un punto pero alejándose de él, en línea recta hacia lo
desconocido”
La segunda parte, Bolaño mediante la orquestación
de un sinnúmero de voces da forma a la personalidad y a la historia de Arturo Belano y de Ulises
Lima en esa búsqueda eterna: el primero, por encontrarse con la poesía; y el
otro, con el amor de su vida, a la cual busca hasta Israel, sin poderlo
conseguir, por ello se ve obligado a regresar a México. El otro, Belano,
después de aquel trágico encuentro con Cesárea Tinajero en el desierto de
Sonora, parece buscar la muerte, al ser abandonado por su mujer y su hijo, y
decide viajar a África, donde finalmente desaparecerá, sin dejar más constancia
de ello. Casi al final de esta segunda parte, aparecen los saldos que dejó el
movimiento realvisceralismo en términos de la poesía y de los poetas que lo protagonizaron.
Jacineto Requena, hace crítica de cine y
gestiona el cine club de Pachuca; María Font vive en el DF. No se ha casado,
escribe, pero no publica. Ernesto San Epifanio murió. Xochitl García trabaja en
revistas y suplementos dominicales de la prensa capitalina. Rafael Barrios
desapareció en Estados Unidos. Angélica Font publicó hace poco un libro de
poesía. Piel Divina murió. Pancho Rodríguez murió. Ema Méndez se suicidó.
Moctezuma Rodríguez se metió a la política. Felipe Muller sigue en Barcelona,
se casó y tiene un hijo, es feliz cuando los cuates le publican un poema.
Ulises Lima sigue viviendo en el DF.
La tercera parte es la continuación de
la primera parte. Juan García Madero cuenta las peripecias que pasaron en el
Desierto de Sonora en busca de los restos de Cesárea Tinajero, a quien después
de muchas vueltas, terminan por llegar al pueblo donde habita la poeta, pero
solamente para que termine muerta de manos de Alberto, el padrote que perseguía
a Lupe.
A raíz de la muerte Cesárea, Ulises Lima
y Belano se separan de Lupe y Juan García Madero. Y ya nunca vuelven a saber de
ellos. Será en la segunda parte, mediante una serie de entrevistas hechas por
un entrevistador que nunca queda claro quién es, se nos presenta la
personalidad de cada uno de ellos, con todo su perfil cultural y psicológico,
así como los propósitos que persiguen en la vida. Aparecen y desaparecen en voz de los
personajes, que como una orquesta, van narrando cómo lo conocieron y lo que
supieron de ellos. Están y no están. Mueren pero permanecen, porque al lector,
después de concluir el libro, se queda con las ganas de repasar la historia
para desnudarla otra vez y volverla a vestir. Y eso hace que se lo conviertan
en un detective: se lee para saber dónde
quedó el final de la historia, que no tiene comienzo y un final definido. Da lo
mismo comenzar con la tercera parte, que en medio o siguiendo la clásica
secuencia, que inicia desde el principio. Cada una de las partes no concluye
definitivamente, sino aparecen como zaga a seguir. En la primera, la narración
se suspende en donde a bordo de un Impala, Ulises Lima, Arturo Belano, Juan
García Madero y Lupe, huyendo del padrote de Lupe, se embarcan hacia Sonora en
busca del pasado de Césarea Tinajero. Y cuando se abre la segunda parte, ya no
tiene continuación, porque ahora el autor deja el concierto de voces que narran la
historia de Arturo Belano y Ulises Lima, que tampoco concluye de modo claro y
definitivo: de Arturo Belano no se sabe nada, salvo que el último que lo vio
fue en un pueblo de Liberia, y si queda vivo o muerto, es una incógnita. De los
demás sí. Algunos murieron y otros siguen vivos, sobreviviendo en otras cosas,
pero no de la poesía. En la tercera parte, Juan García nos deja una
interrogante que descifrar: que hay detrás de la ventana. Cualquier pregunta
puede ser la verdad o una mentira. Casi como decir que la realidad no tiene
solo una perspectiva, sino muchas. Y es por esto que la novela puede ser
abordada desde diversos planos. No es, eso sí, una novela policiaca de corte
tradicional, pero sí una novela que apunta al desvelamiento de una realidad, la
literaria, en un contexto específico, la ciudad de México, con protagonistas
reales y ficticios: aquellos que formaron parte del movimiento infrarealistas
en los años setenta del siglo pasado, y que Los detectives salvajes nos ha
presentado.