domingo, 17 de octubre de 2010

La vida es maravillosa. Homenaje a los poetas muertos y a los vivos.
Samuel Pérez García.

Carlos Alemán tenía la virtud de componer sonetos al modo como un versero arma la décima: a vuelo de pájaro. Vivía como un auténtico poeta de la época romanticista. Era flaco, alto, con una pelambre negra  con la cual se hacía una cola de caballo; una barbita de chivo adornaba su cara afilada.
Tenía una risa irónica cuando recordaba errores avistados en el mar de la cultura. Era gente sin futuro material, pero capaz de construirse otro a partir de las letras. Dice que se dormía muy tarde leyendo y escribiendo, por eso si ibas a buscarlo a su casa a eso de las once de la mañana, todavía lo encontrabas en la cama, ahí en el segundo piso de un departamento ubicado en la primera calle de Morelos, junto al hotel Valgrande.
Solía encontrarlo deambulando por las calles del centro de Coatzacoalcos. Cuando así pasaba nos íbamos a una cantina de la calle Malpica o a un café. Nuestra plática era de mujeres o de algún libro actual. Le presté un día “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño con la recomendación que lo leyera porque en ese libro estaba el retrato de una época literaria en el México de los años setenta del siglo pasado.
A veces hablamos de publicaciones, de anécdotas ocurridas en las escaramuzas literarias, del todos contra todos, de sus rencillas o de las mías con la cultura o con los escritores. No hay escritor que no sienta celos del otro, sea porque aquel escribe mejor, o porque la novia se la voló otro poeta. Su risa era breve pero maliciosa. Su pensamiento de altos vuelos, pero dado su condición económica no pudo llegar a recintos universitarios. Si hubiera estudiado en alguna universidad hubiera alcanzado un escalón superior, al que manifestaba en su charla sobre la cultura. Leía bastante, pero por carecer de economía, a veces se vía obligado a vender los viejos libros de su biblioteca.
Carlos trabajaba de lo que hubiera con tal de sobrevivir. Pero a veces quería un trabajo al nivel de su investidura: de poeta, parecía pensar. Porque de  lo que si manifestaba era un ego del tamaño del mundo. Y es que era un conocedor del soneto y de su historia. Por eso lo escribía. Hubo un tiempo que quiso dedicarse al verso libre y escribió un poema largo al que bautizó con el nombre de Himno de la floresta. Ese largo poema concluía con un verso bastante sugerente: “El universo es una melodía”. Un día me lo dio a leer para que lo revisara. Cuando lo concluí le hice las observaciones: no aguantaba el ritmo, tropezaba en muchas líneas, y le sugerí que la escritura de un poema largo es complicado cuando no sabemos mantener la uniformidad del ritmo que el poema reclama. Le advertía los tropiezos rítmicos ocasionados por las cacofonías, y le sugería que volviera a trabajarlo para conseguir un mejor resultado. No aguantó la crítica y se molestó. Entonces le dije que esa era mi opinión y que él era libre de aceptarla o no. Fue el día en que me devolvía la novela de Bolaño. A los quince días nos volvimos a encontrar, él había olvidado sus increpaciones por la crítica a su poema, y juntos degustamos un café en la cafetería La Bocata. Después de tanto andar, un mes antes de su muerte, le había propuesto que se consiguiera la mitad de lo que costaría la impresión de cien ejemplares de una plaquete, y yo pondría lo demás. Si el tiraje costaba cuatro mil pesos, el pondría dos mil pesos y el suscrito la otra parte. Publicaríamos unos cuarenta o cincuenta sonetos, algo breve para evitar un costo elevado. Estuvo de acuerdo y nos pusimos a la espera de que el tiempo fuera mejor. En la última semana de septiembre, mi amigo Odilio López Ramírez me advirtió que la invitación que yo giraba a mis amigos para la presentación de unos de mis textos, incluía a Carlos Alemán, y que éste había fallecido hace mucho. Me sorprendió la noticia. Era cierto que desde las vacaciones de Julio no había visto a Carlos, pero no pensaba que hubiera muerto. Fue un 19 de agosto escribió Luis Chávez en una nota necrológica publicada a raíz de que se entero de la muerte de Carlos. Fue cuando pensé lo imprevisto con que llega la muerte. Pensamos tanto que nos olvidamos que va a llegar el día menos pensado. Así le pasó a Carlos Alemán, poeta del soneto, que se suma a tantos otros poetas de esta ciudad porteña que han fallecido: Oralia Bringas, Armando de la Maza, Mario Flores, Humberto Burguette, Francisco Morosini, Milko Galarza, y ahora Carlos Alemán.
Pero quedamos vivos todavía muchos: Rubén de Leo, Alberto Velazco, Francisco Hernández, Orlando Guillen, Enrique Quiroz, María Elena Baruch José González Gálvez, Magdalena Rosales, Claudia Morales, Margarito Escudero, Teresa Cadena de Ponce, María Esther Mandujano, Luis Chávez Fócil, Víctor Paulino Ordaz,  a quienes hoy rindo un homenaje en vida, por aquello de que mañana no tenga tiempo de recordarles el lema de los humanistas del siglo XV: “la vida es maravillosa” y en virtud de esa cualidad, nos toca saberla vivir y gozarla como si hoy fuera el primer día de nacido, o como si fuera el último segundo de nuestra vida. Y este breve homenaje viene acompañado de varias lecturas, entre las que sobresalen la de José González Gálvez, Luis Chávez Fócil, Magdalena Rosales y María Esther Mandujano.
Venga don José González Gálvez, recuérdeme su Epifanía del mar:
“Esa noche descubrí el mar. Parecía un espejo nítido recortado por la luz de la antigua luna nueva. Me extasié con el vaivén cadencioso de sus olas, deliciosamente lento como una danza misteriosa. También escuché su murmullo pausado como una sinfonía de notas con sabor a sal, a especias de aguas profundas. Quedé impresionado con su espuma delirante, con sus playas milenarias, con sus fósiles de concha y nácar.
Descubrí el mar para siempre en los arpegios conjugados de sus voces ocultas en las noches de plenilunio, cuando las mareas son altas. Con su visión de buques fantasmas y de canto de sirenas. Entonces, por esa inverosímil alquimia que guardamos en el corazón, el mar inundó el campo visual de mis pupilas y se desplazó poco a poco a través de mis arterias, quedándome replegado dentro de mis cavidades vacías.
Soy del mar, porque el mar vive en mí cuerpo, siento u sal en mi saliva y el barullo de sus olas embravecidas cuando soplan los vientos que le son ajenos. No existen fronteras en mi cuerpo líquido. En mis ojos se guardan la luz de las meduzas y el movimiento de las anémonas, bajos mis manos proliferan las madréporas y se esconden los pulpos. Anoche soñé con el mar. Desde entonces, cuando quiero gritar mi voz se traduce en un soplido de caracolas infinitas.” (José González Gálvez. Epifanía del mar. p. 29-30)
Si él no lee, entonces voy yo –dice Magdalena Rosales de Díaz, poeta de siempre desde aquel día en que decidió ser ella misma a través de la poesía. Viene de ahí –Magdalena, le digo:
Tú serás frondoso árbol
Yo seré polvo.
Pero en el correr de tu savia
Reconocerás mi nombre.

Y don Luis Chávez Fócil que no se quiere quedar relegado, mandó un cuento para que alguien se lo leyera, porque él, dada su situación precaria, decidió irse a Frontera Tabasco, desde donde ha mandado un cuento con el propósito de compartir la vida. Dice así su cuento al que intituló:

ESTACIÓN DE AUTOBUSES
Por Luis A. Chávez
Las dos de la tarde en la estación de autobuses de segunda que da servicio a varios municipios, incluso a Chiapas. El cambio de gestos, aromas y colores es inmediato: aquí no hay delicadezas, escuela. Hay basura, gritos, sudor, miradas furtivas, disposición a lo malo.
En una banca una pareja con dos niños espera el autobús. Ella, joven morena, desvencijada también como la banca en que está, indiferente a todo, sucia y procaz, ignora a su marido, un hombre que le aventaja en edad y, cuando lo mira, es como mirar lo infecto. No tiene empacho en gritarle, echarle en cara tal vez su desgraciada suerte, su destino de calle, de soledad y de polvo.
Él, habituado tal vez a tanta inercia, calla y prefiere mirar hacia otro lado.
   Una muchacha en pantalones ajustados y blusa rosa transparente entra y va a una ventanilla. Luce el busto, suda, tiene una pañoleta en la cabellera corta, rubia y, encima de ella, lentes oscuros. Al desplazarse llama la atención de los presentes, porque se dan cuenta que no es una muchacha sino un híbrido, un expositor de la democracia sexual en el país que, poco a poco, han ido ganando espacios y lo claman.
Le chiflan, dicen cosas, sobre todo los cobradores, jóvenes morenos de pelo alborotado, sin peinar. Ríen ante la presencia de este triunfo que, suficiente y digna, va a sentarse a lado de un campesino que, al mirarlo, ríe y voltea a otro lado.
-¡Agarraste novia abuelo!- dice un grito entre la multitud perruna y sombría, entretenida ahora con dos turistas extranjeras en pantaloncillos que a sus espaldas cargan sendas mochilas y mapas.
   Frente a mí, una señora saca uno de sus pechos para darle de mamar a un bebé.
Por el altavoz se escucha la salida a Catazajá, a Palenque, a Pichucalco, a Cárdenas.
Un niño de tres años, arrastrado prácticamente de un brazo por su madre, pide a gritos un refresco. La mamá se detiene, cansada no de su hijo sino seguramente de su vida y le da en el rostro al niño dos, tres bofetadas para seguir, aquel, adolorido hasta las cachas y ella frustrada de tanto negro devenir en su conciencia.
Un chamaco en andrajos, sucio, descalzo, pasa de banca en banca solicitando, en un vasito transparente de plástico, limosna. Nadie le da, ni lo voltean a ver siquiera.
Un chofer, con logotipo bordado de la línea en su camisa, de algo quiere convencer a una criatura de trece, catorce años, que, baja la vista, sonríe y dice con la cabeza una y otra vez que no.
   Anuncian la salida de mi autobús. Y es tan difícil saber, si es que se va… o se regresa.
Una vez concluida la participación de Luis, tocó el turno a Teresa Cadena de Ponce. Ella declamó un poema que hace mucho había publicado en Hablando de sueños, libro publicado en 1989. Su texto dice así:
De súbito
Me encuentro en el camino
Recogiendo
Los brezos de la orilla.
La amistad
Es algo así
Como ir cultivando siemprevivas.
Toca el turno ahora a María Esther Mandujano, tabasqueña-porteña, quien para hacerse presente envía un poema para que sea leído. Lo abre a quien se comisiona y despliega el verso que ante sus ojos aparece:

FLOR DE MUERTE
                                   Esther Mandujano
¿Cómo se marcha hacia tu abrazo,  flor de muerte?
Un sendero sinuoso serpenteante
con desiertos parajes,   tatuajes en la roca
o un engaño de verdes  para romper nostalgias
al final,    en el último  acto,           el   de la espera.

Godot, a tu llegada           una flor de pantano
se posa ante tus plantas,  milagro de la ruina
en los pliegues ajados de la noche.

¿Cómo es tu rostro   a la hora sublime de la entrega?
Una sonrisa acaso en la mueca sin labios de tu boca.
Un beso, bienvenida sin voces,  que transforma
 los equipajes  en el último obsequio:
   La nada del recuerdo.

¿Amaneceres celebran tu desvelo y una  fiesta  de  risas
 es tu lecho?     Brazos para el amor perpetuo.
Crisálida de libertad.       Alas para los  sueños.

Sin embargo,          el demonio del miedo te precede.
La más bella entre bellas. En tu danza ritual te complaces 
al paso de la espera,      sin prisas ni arrebatos.

Tú,          esperanza de un tiempo sin espacio.

Virgen de la desdicha. A tu paso de reina
se ahogan los dolores, los  fútiles deseos.
Se pierden las promesas en el río Invisible de tu falda.
Las lágrimas vertidas se revuelven en tus aguas eternas.

Bella ,
impasible,
  sabia.        Vientre donde nacemos
a la esperanza turbia       de gris eternidades.

Catrina de los sueños,
amanecer,
                        aurora del misterio.

Tu beso nos bautiza         y nos abre   como  a una caracola
hasta encontrar desnuda la   perla,  alma que  resplandece.

Oh!     Purísima flor del color de la noche,
más pura que el silencio.
Eres,
    la única certeza de este extraño universo.

Y así fue pasando cada uno, hasta finalmente llego la hora de irse y juntos abordamos el tren mas cercano, con el fin de llegar a tiempo a la otra esquina, donde la vida nos esperaba intranquila. -Que te pasa, le preguntamos: -La muerte, dijo, no ceja en su empeño de perseguirnos. Ahora dice que llegará por otro poeta, escritor o cronista. El que sea o el que se deje. Oímos todos lo que la vida decía y supusimos que eso nunca pasaría con nosotros. Lo mismo debió haber pensado Carlos Alemán, y no fue así. Aquella llegó y nos arrebató la oportunidad de saber si algún día Carlos ganaría algún premio con sus sonetos y si se brincaría la barda que divide al poeta local del nacional o el muro largo del internacional. Por lo pronto, Luis Chávez ya comenzó a brincarse las bardas latinoamericanas con su tercer premio conseguido. Y que mejor manera de celebrarlo que, incluirlo, en este merecido homenaje a los poetas vivos, para que no cejen en su empeño de escribir y que la muerte los encuentre escribiendo un poema, tal vez eso la haga desistir de cumplir su inexorable camino hacia la nada.
Pero algo pasó de pronto. Cuando estábamos a punto de retirarnos buscando nuestra esquina. Una voz sonó imprevistamente desde el oscuro callejón donde la vida se quejaba de la venida de la muerte. Era una voz seca, rasposa, de un hombre que decía haber llegado en un vuelo desde Barcelona. Por la oscuridad que envolvía el ambiente, no lo pudimos reconocer hasta que la tiniebla se fue esclareciendo. Era Orlando Guillén, que  traía un mensaje, el último, después de tanto bregar contra las autoridades literarias mexicanas, por impedirle publicar "Los doce poetas catalanes del siglo XX".
-Quiero participar, dijo Carlos.
Adelante, le dije.
Sean bienvenidos todos a esta esquina por la vida. Dijo...pero -agregó:
-QUE CHINGUE A SU MADRE EL FONDO DE CULTURA ECONOMICA, VICENTE FOX Y EL ILEGITIMO, FELIPE CALDERON.  Y como si fuera una orden provenida de General, todos repetimos la consigna.
Después, más calmado, leyó un texto suyo:

En busca del lenguaje marabusino.*

    -¿No puedo estar equivocado?
    -interrogó Whisky.
    -Puede ser -admitió el que estaba
    en la cama-. Me equivoqué una vez
    en 1912. Ya no recuerdo en qué.
        Dashiell Hammett

-I-

Sórdido el minuto implacable
tasca el freno
Entre sus babeantes belfos la tranquila ceremonia diaria
Aquí ahuyentan
Esto es un pozo
Me detengo, curioso el ojo
aprestado en la encuesta,
para recibir el aire de una imagen
la estructura cerrada
el estrecho pasadizo
los pasos del que camina en la noche
tu vientre que frecuentan mis fantasmas
Es decir, digo
el tigre a garra reducido
el fértil escombro del miedo
el gang astuto que susurra
artero como piano en la noche
Metafálico soyme
mefistofálico voyme
Esto es un pozo esto es un pozo
A la samararitana orilla
Al brocal te asomas
Dando brincos el caballo versante
arremete ciego contra esta harpa espada en
        las manos de un niño géminis
Hay una banderilla clavada en la mitad
        bifronte del toro 15
Uf pudo ser bello como junio
Ni que la vida fuera una calle puramente desierta
Un tren detenido por una falla mecánica
Una flotilla de taxis destrozados
La ruina de la reputación burguesa
El camino lechoso de la estrella que te hizo
        desear algo vago como
la infancia mientras cagabas en el patio
Entró al trote el ritmo largo y aregremente
barabarabatiripuncuá puncuá canté hasta
hacerme añicos el tabaco el pulmón pinche
de angelito poeta
Aregremente cerebraba bailando en la playa
inquieta La luna se mecía en el viento
aquélla noche de Tuxpan y desparramaba
brujas sobre los restos de aguardiente de
Chicontepec y bascas y pedos de Pedro
Martínez que completamente borracho dor-
mía un sueño de mosquitos victoriosos
Como dos hermanitos simultáneos la luna
y el sol se aprecian tentadores en la tarde
del trópico
Ortopédico lecho de Procusto
Me emplumo me embreo
y a las cinco de la tarde mi cucaracha kafka
        mi culebra repta
Tú eres lejana y enigmática como una fotografía
Ahí te retuerces oh libélula
Los espectadores laicos aplauden rabiosamente
        la súbita carcajada de Arlequín
Arlequívoco alquimista
Esto es un laboratorio
Entre retortas y tubos de ensayo
el odio se transvasa comunicauto
Radioso ojo igual que un cliché en el cielo
        La amada en blanco
y negro Litografía de Diosa en brama
Signos signos
No es particular: se abre y se cierra como
        las demás
que me miraban ayer Ayer es un trompo
insensato y también la manecilla que fas-
cina al jugador de ruleta ¿Dónde quedó la
bolita?
¿Dónde quedó la bolita de manteca, buena
para jabón nazi? ¿Dónde tu larga pierna
atorada para siempre?
¿Dónde los labios claros de tu sexo agitan-
sioso y dónde mi lengua de payaso, mi cara
de Perico de los Palotes, abedul de la muer-
te, alameda putrefacta, pozo esto es un
pozo, al brocal siniestro de tus ojos y mi
cuerpo en cintura, largo girón adolescente?
A la mitad de este verso Roberto Bolaño
me hace una pregunta idiotamente dosto-
ievskiana y lo perdono es poeta el huevón
y en su patria donde está sentado (riente
soberano) en una verga de burro el cadá-
ver de Nicanor Parra, mueren quelonios,
batracios, grillos, palomitas, ardillas de in-
quieta cola, pavorreales de hermoso abani-
co, niños, ladillas en los testículos, putas,
sobrenombres, fantasmas, hombres, señoras
y señores dando vuelta a la plazuela, el
arca de Noé en pleno
y todo
contra su muy puta y muy perra y muy leal
        voluntad
Ah Santiago, Santiago
Ciego Santiago da las seis ocloc
como -de comer- gallina clueca allende
        el mar.
Pero estaba hablando de mí místico
Y me duele el estómago, pienso en Mara,
en sus manos me vengo, sueño en Elsa,
cago en bacinica, atropello automóviles
con el tumulto de mi pecho, aquí estás tú,
aquí, qué reunión más interesante, bebo
café, canto directo al micrófalo, estupro la
soledad, me doy vueltas enteras en la cama,
llamo por teléfalo, se me quiebra la borda,
la noche es larga y tenemos que andar, es
grueso el expediente, 2 pomos de vino tinto
junto a un tomo de Baudelaire que hace
tiempo me moría de las ganas (sobre la ca-
rriola del supermercado), jelp, no hagan
olas míseros padrotes quincenales, creden-
cial permanente de elector, ábranla que
lleva bala!
y ojo electrónico por si las recochinas!
Leyendo versos a la 1 de la mañana Bruno
es bello y efímero como luz de Bengala o
mural efímero, Bruno es chileno, tiene 17
años y es mi amigo, le duele una muchacha
de su edad, Vera de nombre, hermana -por
lo demás- de aquélla que te platiqué, es
decir, digo, de Mara. Y a propós: la tarde
en que Mara es como una abeja libando
en la flor de mi muerte, sucede que las ratas
huyen porque no quieren ver besar. No.
Ésta decididamente es una noche poetrági-
ca. No. Ahora me acuerdo que al reseñar
un libro de Raúl Cáceres decía yo que la
poesía es cuestión de saltos inmortales. Pero
claro está que no sé ni en que aturdirme,
ni que polvo sacudirme, tantos son los ca-
minos, tan escaso el silencio, tan oreja el
vuelo del insecto en la trompeta de Pérez
Prado que me da por pensar en algún otro
lugar paralelo, es decir, digo, parauniver-
sal y paralegre! ¿Un pararayó en alguna para-
dimensión? ¿Seré paratriste, paratorpe y
paramante?
Parasería el paracolmo!
Pero no se vayan señores Todavía tengo
        cuerda para ahorcarme
No vayan a dejarme solo comiéndome mis
muertos y bebiéndome mis huesos No se les
vaya a ocurrir largarse a echar el trago, po-
brecitos deleznables consumidores míos
sociales paranoias
yahoos abominables y ardientes
Odio la lengua que me nombra
Odio el tiempo que me atrasa
Odio de cuervo hastiado del hígado de
        Prometeo
Odio puro como la belleza
como un frasco de luces
como una esquina de ciegos que chocaran
como el sueño de los muertos
Intenso alambre que conduce voces de un
        rincón a otro de ti mismo
Me celebro y me odio a mí mismo
Odio azul que se confunde con el cielo
con tus ojos
con el mar
con la cola del cometa Kohoutek
Odio rabioso, sarnoso, leproso
Odio chancrado, atónito
Odio en su propio vaso
Odio en su baboso pulpo
Odio amoroso combatido
Viento del Sur del Norte
Soplo de alas
pájaro herido y piedra que lo hiere
Odio como el rocío sobre la cabeza de la
        yerba que crece en las axilas
Oh Dios oh
Qué traje para el domingo
Odioso odio Oh Dios Oh
Salta canta baila venado loco
a la luz de la luna
A la luz de una cerilla Merlín el Mago me
mira intensamente Luego hace gestos Lo
mando a la goma Se pone su gorrito y sá-
case a chingar su madre!

-2-

Frente al espejo me arreglo la corbata y
    pienso en un verso de Cavafis
SOS la falta de un sustituto está frenando
    mi ascenso a la gerencia
Coño un mechón de pelo rebelde todavía
    en eso no pensó Constantín
Soy un hombre en apuros el espejo es radi-
cal ni pedo ya se me notificó el nombra-
miento pero puta gillete se atoró en un
remolino de la barba es efectivo tan pronto
proporcione yo mismo la belleza que conmueve
al azogue a la empresa alguien capaz
de mirarse de frente y no temblar no odiar.
se no arreglarse el copete de ocupar mi
puesto actual y francamente nadie se mira
a sí mismo sólo para que un poeta maricón
haga vibrar la luna del antiguo armario ha
dado la talla Cuando yo me inicié en esta
ocupación tenía 25 años frente al ojo del
agua Valiente Narciso la corbata y las aguas
negras fluyendo libremente de los ojos y en
sólo 3 años 3 he quintuplicado mis ingresos
Mi nombre
: El Sena

Ahora voy a bañarme espléndidamente
quiero por segunda vez en el mismo rilke
Voy a meterme hasta los ojos en tu cuerpo
pero muévete querida ¿qué importa que
tengamos que morir si será luego? ¿Qué
importa a la yerba la lluvia que la moja y
a tus calzones el coral de tu inmortalidad?
Salen y entran niños por la misma puerta
Yo entro y salgo como el camello por el ojo
        de la aguja inerme
Dios no excita
Abierto de par en par Dios parado de ma-
nos Unas nalgas redondas como un par de
sistemas solares Estrellas fugaces Cráneos
del sueño Tardes escatológicas Plataforma
en que se apilan huesos sacos de arena es-
queletos de aviones mares que un niño in-
menso vuelca con un palito llenándose de
caca los dedotes
Pero esbelta tú
irrumpes de cara al caos
te acercas caminando deliciosamente
moviéndolo meneándolo
entras al WC para señoras del Café La Habana
y meas escuetamente
dejando un acre rocío sobre tu mata prójima
un tufo alegre exquisito
rabiosamente femenino
y por ello humano Hacia dentro un caliz bellísimo
se deshoja en pétalos de vida
en flores de tí misma
Pienso en tu carne clara como tu voz
Tiemblo de tu esencia bebo un cáliz amargo
Mara acerca hacia mí ese cáliz!
Ulula Brama Revienta Ven pequeña ma-
riposa de angustia Soy tu duro juguete des-
pierta El girante gusano que custodia tu
muerte
    Amor, el amor se mira en tí
    y se averguenza

Está la mañana espléndida en el fondo del
vaso que la contiene Se destacan grises edi-
ficios contra el amanecer Ahí los hombres
duermen imitándose En otro lugar pero
en el mismo pesadamente muerden las ví-
boras su sueño y bisontes atroces huyen por
la pradera Con mira telescópica, Búfalo
Bill los derriba uno a uno en confuso mon-
tón que se acumula en su cráneo Un obrero
sueña el incendio de la fábrica y lo inunda
un placer desmemoriado Mara y Lisa pa-
san la noche en casa de una amiga
huyendo de su zorra
de su fértil condición agusanada
de sí mismas
A los 19 años una niña es una niña que arde
Todo es bello
bajo el suelo mortal y moribundo
Es un tajo brutal
una cicatriz iluminada
la luna que me mira
Yo sueño también
Me llamo Orlando
tengo hermanos vivos y muertos
padres que se pudren despacio para que no
        me olvide de su muerte
sobrinos hermosos sanos fuertes
pequeñitos
que inocentemente se cagan en mis versos
Mi hermana menor duerme inquietamente
soñando sudores Sábanas pegajosas Nafta
        de los 20 años
Nadie siente lo que yo
sino que todos
porque Orlando me llamo
y soy idiota

Con un arado con una coa con una tarpala
insensata doyme a la tarea de abrir surcos
limpiar la yerbamala mojar mi pan en un
charco de café frío ir a comprar huevos a
la esquina rascarme los cojones cantar mi
sueño prohijar bestias abrir caminos sen-
tarme a la orilla de la vida es decir digo de
la muerte beber un trago de asco rascarme
la cabeza girar enloquecido comer a mis ho-
ras plantar un libro chuparte los senos
oh hermosa Eva dureriana de pronto de un
navajazo henderme las venas caminar agi-
tado bañarme ir al excusado pensar en tí
toparme al amigo de la infancia matar un
pajarito por decencia porque sí porque hay
un viernesanto a la esquina de este jueves
Un juguete Un poema es una bomba de tiempo

Un reloj se ha descompuesto y ahora a toda
hora marcará las 6 y cuarto el muy hijo de
perra
Me moriré en París con agua, cerdos!
Un poema es una bomba de tiempo
Bum!

-3-

Puta madre, estoy de un poeta subido!
¿Qué hago aquí? ¿Para qué sirven mis ver-
sos? Un fardo de vida Un trozo de jamón
Un papanatas presidiendo una asamblea de
hipócritas El maestro Alcofribas carcajeán-
dose me recuerda el zoológico de Chapulte-
pec el prójimo domingo y también un ta-
blero de ajedrez soñando una partida y
además un ramo de días un pétalo de bron-
ce un premio literario y a mayor abunda-
miento la corneta de Cristóbal Rilke lla-
mando al Juicio Final
Y para terminar todo esto me recuerda al
        burro que tocó la flauta
Un poema es una bomba de tiempo

-4-

Atrás, a mis espaldas, Violeta Parra canta
y por tanto abomina de su hermano en el
momento mismo en que recuerdo que estoy
a punto de entrarle a la burocracia por lo
menos en seis años
Es un metal La tos de un tísico La batuta
improbable de un director de orquesta cir-
cense y a propós la machincuepa trapecista
La belleza impura La cabellera alegre Quie-
ro decir digo la voz con que cantaría una
espada enardecida El amoroso eructo de la
Muerte que zórrunamente se ha zampado
en medio del corral de ayer todos los hue-
vos del suicidio.
Un poema es una bola de estiércol

-5-

Es indudable que corría la noche
parejamente al año de 1532
Pero brillaba tanto la noche
era tan clara
-Pudo ser esa fecha u otra
: Por ejemplo Cervantes de Salazar
podía estar arribando a México
de Salamanca procedente
viaje poblado de ciertos vacilantes bacilos
algunas ratas apestadas
y podía correr el año de 1554
e iniciarse apenas a unos metros de distancia
la vida de la Real y Pontificia
Universidad con todos los atributos de sus
    correspondientes metropólitan
pero lo cierto es que la noche ardía
chisporroteaba gemía aullaba
        humanamente
La Llorona dejaba descender un ulular
        tristísimo y anecdótico
Trajinaban en el soplo de un suspiro
las ánimas en pena
Pero lo cierto es que la noche ardía
porque combustible es mi carne y a través
de las generaciones viene pisando su hedor
desde lo que es ahora la Pinacoteca Virrei-
nal de la ciudad de México
Evohé!
La carne de mis antepasados arde
        iluminando la noche
Es una larga metáfora del amor
que baja a mí
a mí, que soy un pozo vacío y hondo
muy hondo
como tu nombre.

-6-

Se rayó el disco de la cita Un hola! quedó
apretado entre los labios mutuos
Te ibas diluyendo lentamente como el pol-
vo entre los rayos del sol
Ha pasado ya el último verano pero un
pliegue de su falda o un destello de su mú-
sica se pudre inútilmente entre mis versos
Ha crecido el pasto Un perro come el chan-
cro de mi vómito. Un ciclista torpe arrastra
el triste pedal de su locura Canta el gallo
parado en un solo pie Irrumpe una proce-
sión de adioses en el conflicto citadino
Estoy solo
Te saludo soledad muleta para suplirme
Te saludo y te canto Con mi gargajo vio-
láceo en tu cara purulenta oh soledad sitia-
da por dos ojos dos senos dos piernas dos
nalgas dos brazos es decir digo aquélla en
su cintura y en su tórax. Nadie se baña dos
veces en la misma agua de angustia Nadie
se sabe solo en medio de nosotros Te saludo
soledad lobo que somos Te saludo salvaje
aguerrida putita parada en cada esquina
Te saludo estúpida
Contéstame!


* publicado en el libro:
"Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego"
Antología de Roberto Bolaño,
Ed. Extemporáneos, S.A., México, 1979.






 17 octubre 2010.

viernes, 8 de octubre de 2010

DOS SONETOS DE CARLOS ALEMAN (1976-2010)

En tus cabellos, las alturas.

En tus cabellos anclan las alturas
Enlazas con el faro tu montaña
Las voces de tu cuerpo caen oscuras
Y al mundo tu presencia justo baña;
Del orbe van cantando tus texturas
Solemnes bosques firman tus pestañas
En tu frente resucitan las frescuras
Y te piensas isla entre cabañas;


La noche toda con tu cuerpo alfombra
Las orlas victoriosas de la peña
Debajo de la nieve se te nombra
Al ser tus dedos igual como la leña
Los puentes son tus brazos en la sombra
De peces de caricias eres dueña.






Sendas en tu falda.



Escrupuloso bajo fuego tardo
En el espacio de tu fiel espalda
Mi rojo tigre blande lento dardo
Mi león suscribe sendas en tu falda
Insomne desde signos de leopardo
La deuda con el trueno se te salda
El territorio fijo de tu nardo
Se te calcina vasto sin guirnaldas


Con lagos desde bosques hasta roca
A los naufragios plenos alimentas
Insistes largamente de tormentas
Con torres tu diluvio se trastoca
Y en un eclipse todo te convoca
Así arden tus caderas suculentas.

Recopilaciòn: Samuel Pérez García

FALLECIO EL POETA CARLOS ALEMAN

Luis Chávez Fócil

Una escritora de Comalcalco, familia de artistas a la que sin merecerlo a veces hago amagos de acercarme a ellos, me acaba de comunicar que, en Coatzacoalcos, falleció mi amigo Carlitos Alemán, deceso ocurrido, me dice, el pasado 19 de agosto. Le dije que hace poco menos de un año, en el centro de Coatza precisamente ví a Carlitos, lo saludé y le invité un café. Estuvimos platicando de diferentes temas más de dos horas y él, a su costumbre inveterada, con su queja, como yo, versamos los nulos apoyos de quienes bien pudiendo propiciar el arte, se hacen de vista cansada.

Carlos Alemán era sonetista, afinaba su estilo y su trabajo en este género. Con imágenes aparentemente dispersas del campo semántico, pero con fuerte hilo conductor del enunciado poético, lograba rematar el soneto de manera decidida y firme; era lector de los grandes poetas nacionales, los conocía y estudiaba.

Poeta urbano, poeta de la cada vez más insensible provincia, con su larga, lacia y desarreglada melena al viento, Carlos Alemán era el Hondero Entusiasta. Su figura delgada me recordaba en su fragilidad al Quijote pues Carlos acostumbraba también, aparte de luchar contra los molinos de viento (y ciertos incapaces, ya lo dije) acostumbraba una rala barba, voátil piocha, acuerpada a lampiñas extensiones de un intento de bigote.

Me gustaba platicar con él a sabiendas de que vendría el exabrupto común, el exorcismo de dos ciudadanos que se negaban a aceptar cualquier tipo de sumisión al "orden establecido" y, no alineados ni él ni yo, nos entendíamos porque a sabiendas también de que, juntos, cualquier debilidad quedaba lejos y, cualquier ataque o negación del mundo, no rebasaba nuestros deseos de continuidad y presencia.

Carlitos Alemán deja por ahí sus sonetos pero en especial deja un quehacer amado por él hasta las entrañas. Sus letras, sus pensamientos, sus imágenes no son desechadas, al menos no por ésta familia que lo conocía y lo extraña.

Le vimos alegre y platicador en algunos encuentros de escritores (a los que yo sin ser invitado me colaba). Rebelde siempre, en punta, alto, expresando con valor lo que consideraba justo, Carlitos Alemán era el elemento necesario de esas reuniones donde la palabra cobra en sus hijos estimados un soneto de vida que ahora él, seguramente, disfruta.

Y yo te abrazo poeta.

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