Una escritora de Comalcalco, familia de artistas a la que sin merecerlo a veces hago amagos de acercarme a ellos, me acaba de comunicar que, en Coatzacoalcos, falleció mi amigo Carlitos Alemán, deceso ocurrido, me dice, el pasado 19 de agosto. Le dije que hace poco menos de un año, en el centro de Coatza precisamente ví a Carlitos, lo saludé y le invité un café. Estuvimos platicando de diferentes temas más de dos horas y él, a su costumbre inveterada, con su queja, como yo, versamos los nulos apoyos de quienes bien pudiendo propiciar el arte, se hacen de vista cansada.
Carlos Alemán era sonetista, afinaba su estilo y su trabajo en este género. Con imágenes aparentemente dispersas del campo semántico, pero con fuerte hilo conductor del enunciado poético, lograba rematar el soneto de manera decidida y firme; era lector de los grandes poetas nacionales, los conocía y estudiaba.
Poeta urbano, poeta de la cada vez más insensible provincia, con su larga, lacia y desarreglada melena al viento, Carlos Alemán era el Hondero Entusiasta. Su figura delgada me recordaba en su fragilidad al Quijote pues Carlos acostumbraba también, aparte de luchar contra los molinos de viento (y ciertos incapaces, ya lo dije) acostumbraba una rala barba, voátil piocha, acuerpada a lampiñas extensiones de un intento de bigote.
Me gustaba platicar con él a sabiendas de que vendría el exabrupto común, el exorcismo de dos ciudadanos que se negaban a aceptar cualquier tipo de sumisión al "orden establecido" y, no alineados ni él ni yo, nos entendíamos porque a sabiendas también de que, juntos, cualquier debilidad quedaba lejos y, cualquier ataque o negación del mundo, no rebasaba nuestros deseos de continuidad y presencia.
Carlitos Alemán deja por ahí sus sonetos pero en especial deja un quehacer amado por él hasta las entrañas. Sus letras, sus pensamientos, sus imágenes no son desechadas, al menos no por ésta familia que lo conocía y lo extraña.
Le vimos alegre y platicador en algunos encuentros de escritores (a los que yo sin ser invitado me colaba). Rebelde siempre, en punta, alto, expresando con valor lo que consideraba justo, Carlitos Alemán era el elemento necesario de esas reuniones donde la palabra cobra en sus hijos estimados un soneto de vida que ahora él, seguramente, disfruta.
Y yo te abrazo poeta.
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